jueves, 12 de enero de 2012

¿Qué nos dice Pagola sobre el Evangelio?

Una vez más, Emi García y Ana López nos traen a Pagola comentando el Evangelio de este domingo.

Acercar a las personas hacia Jesús

El evangelista Juan ha puesto un interés especial en indicar a sus lectores cómo se inició el pequeño grupo de seguidores de Jesús. Todo parece casual. El Bautista se fija en Jesús que pasaba por allí y les dice a los discípulos que lo acompañan: «Éste es el Cordero de Dios».

Probablemente, los discípulos no le han entendido gran cosa, pero comienzan a «seguir a Jesús». Durante un tiempo, caminan en silencio. No ha habido todavía un verdadero contacto con él. Están siguiendo a un desconocido y no saben exactamente por qué ni para qué.

Jesús rompe el silencio con una pregunta: «¿Qué buscáis?» ¿Qué esperáis de mí? ¿Queréis orientar vuestra vida en la dirección que llevo yo? Son cosas que es necesario aclarar bien. Los discípulos le dicen: «Maestro, ¿dónde vives?» ¿Cuál es el secreto de tu vida? ¿Qué es vivir para ti? Al parecer, no buscan conocer nuevas doctrinas. Quieren aprender de Jesús un modo diferente de vivir. Quieren vivir como él.

Jesús les responde directamente: «Venid y lo veréis». Haced vosotros mismos la experiencia. No busquéis información de fuera. Venid a vivir conmigo y descubriréis cómo vivo yo, desde dónde oriento mi vida, a quiénes me dedico, por qué vivo así.

Este es el paso decisivo que necesitamos dar hoy para inaugurar una fase nueva en la historia del cristianismo. Millones de personas se dicen cristianas, pero no han experimentado un verdadero contacto con Jesús. No saben cómo vivió, ignoran su proyecto. No aprenden nada especial de él.

Mientras tanto, en nuestras Iglesias no tenemos capacidad para engendrar nuevos creyentes. Nuestra palabra ya no resulta atractiva ni creíble. Al parecer, el cristianismo, tal como nosotros lo entendemos y vivimos, interesa cada vez menos. Si alguien se nos acercara a preguntarnos «dónde vivís» «qué hay de interesante en vuestras vidas», ¿cómo responderíamos?

Es urgente que los cristianos se reúnan en pequeños grupos para aprender a vivir al estilo de Jesús escuchando juntos el evangelio. Él es más atractivo y creíble que todos nosotros. Puede engendrar nuevos seguidores, pues enseña a vivir de manera diferente e interesante.

TESTIGOS

Hay un proverbio judío que expresa bien la importancia que tiene el testimonio de los creyentes: «Si no dais testimonio de mí, dice el Señor, yo no existo».

Lo mismo se puede decir hoy del testimonio de los cristianos. Si ellos no saben ser testigos, el Dios de Jesucristo permanece oculto e inaccesible a la sociedad.

La única razón de ser de una comunidad cristiana es dar testimonio de Jesucristo. Actualizar hoy en la sociedad el misterio del amor salvador de Dios manifestado en Cristo. La Iglesia no tiene otra justificación.

En su último libro «Un Dios para hoy», M. Neusch nos ha recordado que este testimonio de los creyentes se ha de dar hoy en un contexto sociológico en el que Dios sufre un proceso condenatorio.

En la sociedad actual se está llevando a cabo, de muchas maneras, un juicio sobre Dios y, con frecuencia, los testigos que hablan contra El reciben más audiencia que los que se pronuncian a su favor.

Hemos de recordar que, en este contencioso sobre Dios, no todo lo que viven los creyentes testimonia a su favor ni todo de la misma manera. La Iglesia puede atraer hacia Dios, pero puede también alejar de El.

Lo verdaderamente importante no es el número de testigos, pues la verdad no se decide por el criterio de las cifras. Lo decisivo no es tampoco el mensaje verbal que se pronuncia, aunque hemos de seguir hablando de Dios.

Lo que ha de crecer no es tanto el número de bautizados, sino su fe y su amor. Lo que ha de cambiar no es tanto el mensaje verbal de la Iglesia cuanto la vida de las comunidades cristianas.

Difícilmente ayudará hoy la Iglesia a creer en Dios desarrollando información religiosa y doctrinal, si no es, al mismo tiempo, en sí misma, manifestación del amor salvador de Dios.

Dios no se impone en una sociedad por la autoridad de los argumentos, sino por la verdad que emana de la vida de aquellos creyentes que saben amar de manera efectiva e incondicional.

No hemos de olvidar que «el único testimonio creíble es el de un amor efectivo a los hombres, pues sólo el amor puede testimoniar del Dios Amor».

Tal vez una de las tragedias del mundo actual tan radicalizado en muchos aspectos, es el no contar hoy con experiencias de «fe radical» y de «testigos vivos» de Dios.

La figura del Bautista, verdadero testigo de Jesucristo, nos obliga a hacernos una pregunta: Mi vida, ¿ayuda a alguien a creer en Dios o más bien aleja de El?

El evangelista Juan narra los humildes comienzos del pequeño grupo de seguidores de Jesús. Su relato comienza de manera misteriosa. Se nos dice que Jesús «pasaba». No sabemos de dónde viene ni adónde se dirige. No se detiene junto al Bautista. Va más lejos que su mundo religioso del desierto. Por eso, indica a sus discípulos que se fijen en él: «Éste es el Cordero de Dios».
Jesús viene de Dios, no con poder y gloria, sino como un cordero indefenso e inerme. Nunca se impondrá por la fuerza, a nadie forzará a creer en él. Un día será sacrificado en una cruz. Los que quieran seguirle lo habrán de acoger libremente.
Los dos discípulos que han escuchado al Bautista comienzan a seguir a Jesús sin decir palabra. Hay algo en él que los atrae aunque todavía no saben quién es ni hacia dónde los lleva. Sin embargo, para seguir a Jesús no basta escuchar lo que otros dicen de él. Es necesaria una experiencia personal.
Por eso, Jesús se vuelve y les hace una pregunta muy importante: «¿Qué buscáis?». Estas son las primeras palabras de Jesús a quienes lo siguen. No se puede caminar tras sus pasos de cualquier manera. ¿Qué esperamos de él? ¿Por qué le seguimos? ¿Qué buscamos?
Aquellos hombres no saben adónde los puede llevar la aventura de seguir a Jesús, pero intuyen que puede enseñarles algo que aún no conocen: «Maestro, dónde vives?». No buscan en él grandes doctrinas. Quieren que les enseñe dónde vive, cómo vive, y para qué. Desean que les enseñe a vivir. Jesús les dice: «Venid y lo veréis».
En la Iglesia y fuera de ella, son bastantes los que viven hoy perdidos en el laberinto de la vida, sin caminos y sin orientación. Algunos comienzan a sentir con fuerza la necesidad de aprender a vivir de manera diferente, más humana, más sana y más digna. Encontrarse con Jesús puede ser para ellos la gran noticia.
Es difícil acercarse a ese Jesús narrado por los evangelistas sin sentirnos atraídos por su persona. Jesús abre un horizonte nuevo a nuestra vida. Enseña a vivir desde un Dios que quiere para nosotros lo mejor. Poco a poco nos va liberando de engaños, miedos y egoísmos que nos están bloqueando.
Quien se pone en camino tras él comienza a recuperar la alegría y la sensibilidad hacia los que sufren. Empieza a vivir con más verdad y generosidad, con más sentido y esperanza. Cuando uno se encuentra con Jesús tiene la sensación de que empieza por fin a vivir la vida desde su raíz, pues comienza a vivir desde un Dios Bueno, más humano, más amigo y salvador que todas nuestras teorías. Todo empieza a ser diferente.

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